En nuestra partida de San Juan capital nos propusimos como destino Valle Fértil, o con mucha suerte el Parque Nacional Ischigualasto.
María Eugenia nos llevó a la terminal y tomamos un cole a Difunta Correa, que es un santuario sobre la ruta pero sobre todo un buen lugar para hacer dedo porque hay un control fitosanitario.
Nos levantó Federico, un muchacho de Chilecito que nos mostró un periódico en el que su hermano había sido tapa: él y su mujer se salvaron de suerte al chocar de frente con un camión en esa ruta. Paramos en el lugar, sacó fotos y luego nos arrimó hasta el cruce de rutas.
Entre fardos en la caja de un camión llegamos a Marayes, el primer pueblito... y ahora sí se complica el dedo. Silencio de siesta, la vieja que camina esas tres cuadras que dura el pueblito nunca termina de pasar, torneo de puntería con piedras y una latita.... tres horas de espera y al fín llega... se encienden las luces de stop en nuestros ojos, pegan la vuelta y en la caja de una camioneta hasta Valle Fértil.
Seguimos haciendo dedo pero es la hora en que el Sol cae rápido. Apuntamos un par de lugares donde armar la carpa y vuelve a suceder.
Pasó varias veces desde que partimos y decidimos estar sensibles a ellas porque esconden todo lo que buscamos: bienestar, música, amigos, paisajes, historia, familia, etc. Son señales, pequeñas llamadas.
-Sí, comprémosle un quesillo.
Flor se va caminando con la chica hasta la casa a buscar nuestra merienda y vuelve con un trozo de patio para pasar nuestros tres días siguientes.
La familia Chávez es el "dar por el sólo hecho de dar". Desinteresadamente. O mejor dicho con el pleno interés de hacernos sentir cómodos. Toman nuestro concepto de solidaridad, lo abren a todos los campos y lo devuelven.
Sandra hace los quesiilos de cabra, Rodolfo es albañil, siete hijos, muchos perros, gallos y gallinas, dos piezas y un comedor, el bañito entre chapas, un fogoncito para cocinar y en medio del patio de tierra nuestra carpita.
Si bien recorrimos el pueblo, la plaza, el dique; el aprendizaje estaba en ese patio con esa gente.
Mientras tomamos mates y ojeábamos el tele hicimos pulseritas para toda la familia. Mayra de a poco empezaba a cocinar. Esa noche comimos todos juntos ya que a la mañana siguiente retomábamos la ruta. Luego de comer nos fuimos a dormir "asustados", con una dulce amenza en boca de Ezequiel: -No se vayan, les voy a atar la carpa con una cadena-.
Partimos muy temprano. Sin embargo el sol brillaba muy fuerte en las lágrimas que María nos entregaba desde la puertita del Rancho.
Mi capitulo preferido del diario hasta ahora!!! Cuanta calidez humana, me estremeci, y bien relatado, sin golpes bajos, un placer leer esto! Los saluda el migue desde el otromlado del charco.(me queda una semana nomas) Abrazo hermano!
ResponderEliminarque lindas caricias al alma... las que le regalaron a ustedes, y la que desde allá se hacen cercanas y se contagian...
ResponderEliminarme queda la piel de gallina y la sonrisa...
que sigan teniendo tan hermosos encuentros...
los acompaño y sigo desde acá LA JULI
El contacto con la gente y la belleza de los paisajes son sin duda, lo mejor.
ResponderEliminarPero también pensamos cuántos poetas, médicos, músicos, científicos, etc, se pierde la Argentina con tanta desigualdad social.
No dudamos de que se trata de personas muy identificadas con su tierra y seguramente feliz en su sencillez; conmueve ver tanta gente solidaria!Con todo cariño, la bobe y el zeide....Cuídense mucho!
la verdad...maravilloso todo!!!!no se puede creer q exista tanta gente humilde, bondadosa y q brinden tanto amor desinteresadamente...los felicito y sigan disfrutando de ese viaje tan hermoso e inolvidable...
ResponderEliminarmucha suerte!!!!besos...
meli y coco
me emocionó hasta las lágrimas! qué linda experiencia!
ResponderEliminarbeso enorme amiga y volvé, que quiero escuchar todo contado en vivo y en directo!
guille
es increible todo loq ue viven ....
ResponderEliminarlos extraño y quiero mucho
Mami!!!!!
se me pianta un lagrimón con sus historias
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