Garzas viajeras, novias leves del azul 
con rumbo norte salpicando el cielo van 
y aqui mi río espejo muestra su vuelo               
como si fuera un pañuelo que enero lavando está.

27 abril 2010

Coroico


El caldo hirvió en esa ciudad con forma de olla. A cada verdurita de la constante sopa no quedaban más nutrientes por quitarle. Se volvió un zumo espeso sin color definido, con olor a arena, sabor a vidrio… y aprovechando el hervor que subía hasta el borde convertidos en espuma nos bajamos.


De La Paz a Coroico. Del altiplano a la selva. Del frío seco al calor pegajoso. De arbustos enanos y rígidos a la más surtida vegetación. Del ostinatto al ritmo libre. Entre las montañas fuimos bajando, cruzando arroyos y cortinas de lluvia hasta llegar al pueblo.


Conseguimos un alojamiento barato y aunque el Sol caía con fuerza salimos a conocer la ciudad y nos metimos por los senderos del cerro.


A lo lejos se ven los nevados, los naranjos silvestres crecen donde quieren, flores de variados colores y formas nos detienen a cada rato… y a paso manso llegamos a la cumbre.


- ¡¡¡ Mister Mister !!! - ¡ayúdeme por favor!- Una señora sale gritando entre las matas.

- ¡Una víbora en el patio! Hay que matarla! Ayúdeme Mister… -

Entre la maleza bajamos unos 200m., su humilde casita luchaba para no ser devorada por la selva y toda la familia entre el alboroto nos mostró dónde estaba la “bicha”. Enroscada a la sombra campaneaba todos los movimientos: era una Cascabel de metro y medio. Dijeron que no había que dejarla ir, que si mordía a alguno de los niños lo mataría al instante. Debate táctico, especulaciones y un par de palazos que dan apensas cerca… Se enrosca aún más, para la cabeza y agita el cascabel haciendo un ruido similar a un coro de chicharras gritonas. Las mujeres de la casa replicaban con alaridos desesperantes. Entonces agarro unas piedras y desde lejos, por miedo a que salte, le empiezo a tirar… 1, 2… 8, 9… le doy en la cabeza!!! Queda tumbada entre los yuyos y con un palo la apretan, corro con el machete y le doy fin. La familia agradece, yo vuelo de fiebre.


De vuelta en el pueblo nos enteramos que habían bloqueado la ruta: Evo Morales no cumplió con su promesa de instalar una planta procesadora de cítricos y el pueblo de Caranavi se plantó en el camino a esperar respuestas. Nosotros creyendo que sería pasajero, despreocupados salimos a tocar para distraernos… días más tarde tendríamos que hacerlo por necesidad.


A la mañana siguiente salimos a caminar para conocer las cascadas. El paisaje es hermoso: mariposas por donde mires, no existe un trozo de Tierra sin vegetación, las aves disfrutan desde lo alto y algunos hombres las copian…


Las flores no dejan de sorprendernos...


Salíamos a pasear todos los días y por las noches tocábamos, pero no había muchos lugares para hacerlo y los turistas se repetían a causa del bloqueo. Seguramente no vieron una pronta solución y de buenas a primeras se volvieron a La Paz.

Para ese entonces en la gorra no entraba el dinero suficiente para cubrir los gastos, y el fondo que destinábamos para cruzar a Bolivia empezó a disminuir.


Ya iba para una semana y decidimos cenar en medio de nuestra recorrida por los bares para dialogar y buscar una solución.

Decidimos volver a La Paz y entrar a Perú por el lago Tticaca… nos daba bronca cambiar nuestros planes y desandar el camino, pero más aún nos fastidiaba gastar todo lo ahorrado mientras esperábamos en un mismo lugar.


Fuimos a tocar al útlimo restoran gastando el calzado en la empinada callecita, pero no había para quién tocar. Walker, el mozo, nos dio charla y sin quererlo nos pusimos a hacer catarsis con él en la vereda.

Acampar en su quinta no sólo fue la mejor solución, también fue el descanso silvestre que nuestros cuerpos merecían.

A 15km de Coroico en la comunidad de San Pedro de la Loma, frente a la famosa “Ruta de la muerte”… en el cerro, en la selva, entre naranjos y mandarinos tiene una casita a medio construir: ahí acampamos.


El lugar es un monte de cítricos y cafetal que está abandonado hace muchos años y él de a poco lo va acomodando. Armamos unos bancos, un horno con piedras, decoramos, cerramos las ventanas, limpiamos cuando pudimos, bebimos litros y litros de jugo.


mmmm pancitos con leche, avena, miel y almendras!


Para todos los gustos... pizza!


La fuente energética del exquisito sabor


Volvimos a funcionar de acuerdo a la claridad, a la luz del día.


Tomando mates en el filo del cerro, en la paz extrema, con postales en cada parpadear, con este sueño hecho viaje, con nuestra historia a cuestas y otro atardecer… entre un suspiro profundo nos sentimos ajenos al recipiente.

Creímos que ese trozo de cielo y hierbas frescas que metíamos dentro no era para nuestros cuerpos, sino para “nosotros”… para eso que viene creciendo desde el comienzo de esta locura. y el suspiro se haría grito y ese grito canto… trino. Las pieles para nutrir la Tierra y nuestro aletear hacia el horizonte.

Pero el rugido solo apagó el Sol (que ya estaba colorado quién sabe porqué) y cien chispas encendieron la vela que presenció de pie la escoba del quince de antes de irnos a dormir.


Gracias Walker


09 abril 2010

La Paz (segunda parte)

Concluyeron esas hermosas semanas de descanso cuando empezaban a escasear las provisiones, asique emprendimos la vuelta.

Vuelta a La Paz, a las callecitas de adoquines empinadas como un cerro, al aroma a palo santo y hierbas de brujos, al pregón desesperado que cuelga de un estribo o cae de la ventana de un minibus... Salpicando, manchándolo todo en ese grito, sumándose a las cornetas, al humo y los otros miles de gritos que rugen los transportes privados... sin regulación del Estado pero realmente desmandrados.

Espiando a los brujos, desde la ventana del hostal. 

Nos pusimos nuevas metas, esta vez un tanto ambiciosas. Los cambios de temperatura, humedad, altura y el mismo traqueteo del viaje descalibraron a nuestra julieta encordada: debíamos comprar guitarra nueva (400 Bs.).


Queríamos abandonar el altiplano boliviano y atravesar la yunga, la selva y la sabana para dejar el paìs por el norte (estimamos 1000 Bs. para la travesía).

Ansiábamos enviar regalos a nuestras familias, aprovechando los precios bajos dar una señal, dejarlos tranquilos en un obsequio simbólico y compartir en ese presente el colorido de las prendas bolivianas (700 Bs. entre regalos y encomienda).

Por lo tanto nos pusimos a trabajar duro, nuestra música volvió a sonar en los restoranes pero la venta de pulseras en el centro se complicó. La guardia municipal, mejor conocidos como "los frutillitas" por su traje morado, nos prohibió vender en esa zona, y si bien habíamos estado dos semanas sin que nos llamen la atención.... nos tocaba el turno y no queríamos problemas.


Los lugares para vender en el casco céntrico implicaban andar a los codazos con otros artesanos y vendedores; así que elegimos un barrio alejado, tranquilo, de clase media-alta donde fuesen novedad nuestras artesanías. Nos fue muy bien: en el barrio Calacoto se activó la venta de las pulseras de más valor y sacábamos buen dinero en relación a lo recaudado en las gorras.


Es difícil creer que este barrio está en la misma ciudad que dejamos para ir a la Isla. Hay panaderías, cafe´s, shoppings y restoranes de lujo... vigilancia las 24hs y los residentes compran sus anteojos desde la ventanilla de un Mercedes.

Comenzamos a tener una mejor alimentación, dejando de lado los precios tentadores de las frituras del mercado, valiéndonos de frutas frescas y secas, verduras, miel y cereales.


Considerando que no fumamos y que solo bebimos dos copas de vino y una cerveza desde que empezó el viaje éramos un punto negro sobre el pañuelo blanco que teje esta ciudad... con ofertas de cocaína en cada cuadra, con los kilos y kilos de marihuana que se queman por noche... con el consumo desenfrenado de alcohol que desarticula los cuerpos, los conduce hacia donde la pendiente manda y todos juntos en una esquina buscan pleito y riegan la "Paceña" bebida (locales y extranjeros).


Cumplimos las metas. Fuimos a la feria de El Alto e hicimos compras, embalamos y mandamos en un vuelo a Buenos Aires. Mientras enviábamos a Julieta con Adaiah de regreso a Argentina, adoptamos una encordada nueva: Adaiah. Julieta descansa en Capilla del Monte... tocando Mantras.

 Contratamos un famoso modelo para que luzca nuestra nueva adquisición

Faltaban dos o tres días para viajar a Coroico y ya teníamos todo lo necesario: Provisiones, dinero y guitarra. Nos relajamos y salimos de paseo, a visitar museos, comer afuera y al cine. Dimos aviso a nuestra gente y por la sombra que dan esos gigantes de húmedos troncos, esquivando charcos y silbando bajito, nos metimos en la selva.

Museo de la música

Jugando como dos niños