Garzas viajeras, novias leves del azul 
con rumbo norte salpicando el cielo van 
y aqui mi río espejo muestra su vuelo               
como si fuera un pañuelo que enero lavando está.

16 marzo 2010

La Paz (1ra parte)

Se acomodaría nuestro desorden intestinal mientras esperábamos que llegue el tren. Faltaban dos días para seguir hasta Oruro, tiempo suficiente para quitar de la vía las bacterias que nos impedían seguir viaje. Quizás el agua, la comida, las frutas o la misma altura… no sabemos precisamente qué fue, pero lo que haya sido pasó varias veces por nuestro cuerpo a lo largo de Bolivia. 

Fuimos a la estación a las 11 de la noche, dos horas antes de la partida, y las sorpresas se empezaron a dibujar en tiza sobre una pizarra: “TREN DE LA 1am DEMORADO, PRÓX HORARIO 3am”. No eran horas para andar en la calle así que nos preparamos para dormir en la sala de la estación. Cerca de las 3am arribó un tren que iba hacia otro lado y se bajaron decenas de cholas con sus enormes bultos y paquetones para la feria, prontas con cobijas para esperar el amanecer en la estación. Dormilona colectiva, enjambre de sueños.


Tiempo cumplido y ni noticias del tren. Ante los primeros reclamos la necia tiza no se hace esperar y dibuja un 6 como prórroga sobre el anterior alargue… y pinta en nuestros rostros los rasgos más hostiles.

La hora se cumple nuevamente y ya no hay excusas, nadie sabe cuándo llegará el tren.
El 6 se acuesta entre nosotros, cholas, cajas y yanquis que juegan póker entre cervezas y cigarros. Tres horas más tarde se levanta patas para arriba con el interminable pitazo.

Siempre encontramos algo positivo, inclusive al hecho de esperar ocho horas un tren. El paisaje hasta Oruro es muy bonito… o quizás es sólo uno más, distinto, contrastante. De lo nuevo y diverso, de ese impacto brota un asombro que nos roba por varias horas y hasta días todos los sentidos y un poco más.


Si salíamos a horario la negra inmensidad con su brutal boca abierta nos hubiera contemplado a nosotros… empañando nuestros cristales, exhalando ese hálito de hierbas frescas.

Ya en Oruro buscamos donde alojarnos y tras dejar el equipaje salimos de recorrida. Plaza principal, casco céntrico, museos, mirador. 


Pero los segundos más emocionantes de nuesto fugaz paso por esta ciudad carnavalera están impresos en estos videos:

Domadores del cartón 




Sobre una ruta pavimentada, aunque famosa por los accidentes, llegamos a La Paz. La primer vista de esta ciudad es impactante, portadora de un contraste paradójico: su forma de olla, a causa de sus cerros perimetrales, dejan en la altura a las clases más carenciadas, y a medida que descendemos y nos acercamos al centro, imperan los grupos de mayor poder.


En “El Alto” viven los que están al borde. 
En “La Paz” intentan vivir los demás entre el caos y el ruido.


Nos quedamos en el hostal Jiménez, a pocas cuadras del centro y sobre una cortada donde los brujos, sentados a la sombra en un banquito adivinan el futuro en la hoja de coca.
Una mañana se escucharon voces familiares en la galería del hostal. Luci (prima de Pedro) y cuatro amigos andaban haciendo recorridos similares, y en este breve punto del mapa el camino fue el mismo para los dos grupos.


Con ellos, otro argentino, un muchacho de Francia y otro de Ecuador, como una familia numerosa nos organizamos en las comidas, compartimos interminables rondas de mates, tejimos macramé y salimos a la noche a distraernos entre música y cerveza.

Ellos siguieron su viaje, nosotros continuamos persiguiendo las metas planteadas.

Nos propusimos no tocar la plata del banco, generar ingresos con la música y las artesanías que fueran suficientes para satisfacer todas las necesidades diarias y más. Era una manera de visualizar los meses siguientes, de ver como una realidad el seguir viajando… esforzándonos lo que demande porque lo vivido hasta aquí demostraba que valía la pena seguir andando.


Estudiamos un poco los movimientos, los lugares, los horarios y la gente… luego nos organizamos.
Nos levantábamos temprano y luego del desayuno tejíamos hasta media mañana, vendíamos pulseras y aros hasta el almuerzo y luego descansábamos en el hostal. Salíamos a vender nuevamente y a la tardecita volvíamos a merendar, templábamos la guitarra, las voces y salíamos de gira.

Luego de tocar un par de noches en los restaurantes marcamos los más cálidos y rendidores para armar un circuito en el cual no irnos tan lejos de la zona, no gastar la voz en sitios donde no te oyen y hacer dinero sintiéndonos cómodos y a gusto.


Se conoce harta* gente en las recorridas por los restaurantes y vendiendo en la calle. A los paisanos sencillos y personajes, viajeros de razo y alto turismo, artesanos y vendedores, verdaderos laburantes y predicadores pasatiempistas. Gente buena, gente mediocre. El primer grupo es el que nos ha dejado buenos recuerdos: Juan, argentino instalado en La Paz, haciéndonos sonido y compartiendo música; Vicente, dejándonos tocar en su restaurante y esperándonos con un plato de comida; Caty y Cristina, regalándonos consejos para tener buenas ventas; Adaiah, Alex y Esterella, mostrándonos nuevos senderos, llenándonos el espíritu de luz.

Preferimos tocar ante tres personas a tener que hacerlo ante treinta. Aunque la gorra fuera buena siempre queda un gusto amargo cuando se toca ante un público bullicioso a quien le es intrascendente que ese par de muchachitos se plante a mostrar la música de su país.



Miradas esquivas, murmullos que retoman una charla concluida. Manos afiebradas… titubeantes ante el riesgo de zambullirse en un bolsillo y liberar un par de fichas.


Es que el acto de pasar la gorra, esa situación en la que el artista espera una retribución por su puesta en escena, no debiera ser para el público un momento incomodo. Innumerables veces nos vemos sometidos por la sociedad de consumo, presionados a elegir un producto o contratar un servicio… muchas veces sin saber realmente de qué se trata. Comprando imágenes, plantillas, portadas, discursos, caras. Ligeras  palabras.


El artista elige dar. Busca miradas y una vez conseguidas seguirá hurgando hacia adentro, hasta encontrar un vergel donde sembrar su obra. Busca conectar para transmitir, sin contratos ni firmas. Arriesgándose a que el espectador baje un manto impermeable reacio a una garúa de sentidas emociones.





En menos de dos semanas teníamos el dinero suficiente para relajarnos unos cuantos días en la Isla del Sol a orillas del Titicaca.




*harta: bolivia. mucha, demasiada.

4 comentarios:

  1. hola chicos!! que bueno ver nuevas fotos y leer esas notas hermosas que nos regalan!!
    Estoy muy contento de verlos bien y disfrutando mucho.
    Espero que sigan asi (disfrutando, conociendo y aprendiendo mucho).
    Los quiero mucho y espero que no pase mucho tiempo mas para vernos en persona.
    Besos y un fuerte abrazo.
    Tu hno Nico

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  2. les dije que emocionan??
    emocionan....

    gracias!
    Estamos siempre cerca!
    Los quiero un montón!

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  3. Queridos Flor y Pedro:
    Como se imaginan ya leí lo que escribieron hasta ahora, pero vale la pena reelerlo porque siempre me parece nuevo.
    Cuando viajo en subte y hay algún músico, no dudo en darle la moneda. Pero también pienso que algún día habrá grupos musiales organizados en cada barrio para alegrarnos la vida que suele ser
    tan dura.
    Me emociona el viaje que realizan, pero espero que se tomen un descanso...y estén en casa, en el patio, guitarra en mano contando innumerables historias. Les mandamos un beso y un abrazo enorme. La bobe y el zeide

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