Garzas viajeras, novias leves del azul 
con rumbo norte salpicando el cielo van 
y aqui mi río espejo muestra su vuelo               
como si fuera un pañuelo que enero lavando está.

14 mayo 2010

Rurrenabaque y Riberalta

Hablábamos de tecnologías mientras veíamos en el cerro una cholita trabajando la Tierra, porfiada a la pendiente reforzaba las terrazas de cultivo... con dos herramientas, pacientemente.

Su radio portátil nos habló de muertes en Caranavi, de un presidente sin ánimos de diálogo que no toleró el bloqueo y la huelga y envió las armas para reprimir.

Caímos en la cuenta que hacía casi una semana que estábamos ahí y no quedaban muchas provisiones, nuestra visa en Bolivia era de tres meses y no queríamos andar apurados... la gente había liberado el camino y nosotros debíamos seguir viaje.

Desde la ruta hasta el terreno habíamos ido con Walker... con peso, en bajada y con alguien que conoce los senderos sólo tardamos 40 minutos. Cerro arriba, con varios kilos a cuesta y prácticamente al tanteo nos llevó 2hs.


Volvimos a Coroico y después de ahí tomamos un bus a Rurrenabaque. Todos los vehículos van con prisa, levantando polvo hasta que en alguna curva se topan con algún otro apurado y ahí recuerdan que la cornisa se llevó a muchos.

 Algunos a dedo, otros en bus, y los guerreros del camino... 
en camión

En esos encontronazos, los buses y camiones hacen maniobras artísticas en el único carril hasta que con media rueda afuera y sufriendo logran pasar.

Ojos que no ven, corazones que no sienten...

Cuando vino la noche quitamos la atención del camino y dejamos de pisar el freno desde las butacas 34 y 35... dormimos hasta llegar a "Rurre". Eran las 4am, horario de riesgo para salir de caminata por una ciudad deconocida buscando donde parar, asique hicimos unos mates y nos quedamos esperando que por el segundo andén entre el Sol.

Desde una agencia Julio César nos espiaba como "hechábamos agua en la calabacita y chupábamos por el pitillo de chapa". Se acercó, le convidamos, charlamos un par de horas. Nos presentó a Chicho, un amigo que tenía lugar en su patio para que armemos la carpa, fuimos hasta su casa y nos instalamos.


En este pueblo levantado en medio de la selva, no hace falta el hermetismo; apenas unas tablas haciendo de pared y los techos de hojas de palma tejidas.


El atardecer sobre el río Beni fue la función obligatoria imperdible de las 19hs. Luego el negro telón se abría para nosotros.



Las excursiones que se pueden hacer desde la ciudad eran muy caras para nuestro bolsillo de tintineantes monedas, así que después de caminar algunas veces por aquí y por allá... haciendo desfilar la gorra por los bares, seguimos hacia Riberalta. Julio César no sólo pidió a su jefe que nos haga un buen descuento en el bus, también puso al teléfono a Cármen, su hermana que nos iba a recibir en la próxima parada.


El viaje fue una odisea: Bolivia no tiene rutas ni cuadrillas de mantenimiento para esos caminos. A las siete de la mañana ya naufragaba el bus en un océano candente, atravesando la pampa... la sabana.


La gente que se queda en los caseríos perdidos en medio de esas soledades, en esa eternidad de Soles y Lunas, lleva provistas para un buen tiempo. El piso de abajo del colectivo está preparado como bodega, y de ahí brotan incontables fardos, paquetones y bolsas.

Amigos del camino

Llegamos a la una de la madrugada, tres horas más tarde de lo previsto, y si bien la familia nos esperaba creímos inapropiado molestar a esa altura de la noche, buscamos una "dormidera" y caímos vencidos.

En esta enorme ciudad el 80% de la gente se moviliza en moto, las usan como taxis. El calor es tan agobiante que solo circulan los carros con aire acondicionado (demás está decir que al norte de Bolivia, en una ciudad del Amazonas, son pocos los que se ven)


Es zona de producción de castañas por excelencia, al punto que los huecos de las calles de tierra y las rampas en las orillas son rellenados con sus cáscaras.

Alguna entera tiene que haber...

A la mañana siguiente conocimos a esas lindas personas, a esas cálidas manos que nos mimarían unos cuantos días para después darnos el últimos impulso que nos sacaría del país. En dos habitaciones se repartían los seis integrantes de la familia. La primer noche dormimos en la carpa, al día siguiente se acomodaron en un cuarto para darnos el otro a nosotros.   


Fuimos a la isla, probamos frutas nuevas, vimos a los pescadores cargando Paiches de 100 kilos en sus motos.

Guineo

Motacú

Toronjas

Nos acoplamos a sus costumbres: el desayuno era arroz a la cubana, masaco de yuca con carne frita, huevos fritos, pescado frito y café.

¿Hola mami?¡Estamos vivos!

Cármen y su familia se acoplaron a nuestros paseos y actividades, estuvieron atentos a todas las necesidades.

Junto a Belinda, Ximena (y el pacú)

Son otro ejemplo de riqueza desde la humildad. Son otra muestra de que no todo está perdido.

Sus ofrendas son incomparables... no existe un agasajo tan inmenso: ver cómo viven entre grises opacos, los comen, los respiran, juegan y trabajan entre grises opacos... a veces más claros, otras más oscuros pero siempre grises... sin embargo nosotros pudimos ver cómo desde esas manos florecían un millón de colores.

GRACIAS

1 comentario:

  1. pepo, no aguanto mas!!! no veo la hora que lleguen a contarnos esas historias, esta la perrilla preparada. que sigan bien, muy lindo lo que escreiben. abrazo mauro

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