El caldo hirvió en esa ciudad con forma de olla. A cada verdurita de la constante sopa no quedaban más nutrientes por quitarle. Se volvió un zumo espeso sin color definido, con olor a arena, sabor a vidrio… y aprovechando el hervor que subía hasta el borde convertidos en espuma nos bajamos.
Conseguimos un alojamiento barato y aunque el Sol caía con fuerza salimos a conocer la ciudad y nos metimos por los senderos del cerro.
A lo lejos se ven los nevados, los naranjos silvestres crecen donde quieren, flores de variados colores y formas nos detienen a cada rato… y a paso manso llegamos a la cumbre.
- ¡¡¡ Mister Mister !!! - ¡ayúdeme por favor!- Una señora sale gritando entre las matas.
- ¡Una víbora en el patio! Hay que matarla! Ayúdeme Mister… -
Entre la maleza bajamos unos 200m., su humilde casita luchaba para no ser devorada por la selva y toda la familia entre el alboroto nos mostró dónde estaba la “bicha”. Enroscada a la sombra campaneaba todos los movimientos: era una Cascabel de metro y medio. Dijeron que no había que dejarla ir, que si mordía a alguno de los niños lo mataría al instante. Debate táctico, especulaciones y un par de palazos que dan apensas cerca… Se enrosca aún más, para la cabeza y agita el cascabel haciendo un ruido similar a un coro de chicharras gritonas. Las mujeres de la casa replicaban con alaridos desesperantes. Entonces agarro unas piedras y desde lejos, por miedo a que salte, le empiezo a tirar… 1, 2… 8, 9… le doy en la cabeza!!! Queda tumbada entre los yuyos y con un palo la apretan, corro con el machete y le doy fin. La familia agradece, yo vuelo de fiebre.
De vuelta en el pueblo nos enteramos que habían bloqueado la ruta: Evo Morales no cumplió con su promesa de instalar una planta procesadora de cítricos y el pueblo de Caranavi se plantó en el camino a esperar respuestas. Nosotros creyendo que sería pasajero, despreocupados salimos a tocar para distraernos… días más tarde tendríamos que hacerlo por necesidad.
A la mañana siguiente salimos a caminar para conocer las cascadas. El paisaje es hermoso: mariposas por donde mires, no existe un trozo de Tierra sin vegetación, las aves disfrutan desde lo alto y algunos hombres las copian…
Las flores no dejan de sorprendernos...
Salíamos a pasear todos los días y por las noches tocábamos, pero no había muchos lugares para hacerlo y los turistas se repetían a causa del bloqueo. Seguramente no vieron una pronta solución y de buenas a primeras se volvieron a La Paz.
Para ese entonces en la gorra no entraba el dinero suficiente para cubrir los gastos, y el fondo que destinábamos para cruzar a Bolivia empezó a disminuir.
Ya iba para una semana y decidimos cenar en medio de nuestra recorrida por los bares para dialogar y buscar una solución.
Decidimos volver a La Paz y entrar a Perú por el lago Tticaca… nos daba bronca cambiar nuestros planes y desandar el camino, pero más aún nos fastidiaba gastar todo lo ahorrado mientras esperábamos en un mismo lugar.
Fuimos a tocar al útlimo restoran gastando el calzado en la empinada callecita, pero no había para quién tocar. Walker, el mozo, nos dio charla y sin quererlo nos pusimos a hacer catarsis con él en la vereda.
Acampar en su quinta no sólo fue la mejor solución, también fue el descanso silvestre que nuestros cuerpos merecían.
A 15km de Coroico en la comunidad de San Pedro de la Loma, frente a la famosa “Ruta de la muerte”… en el cerro, en la selva, entre naranjos y mandarinos tiene una casita a medio construir: ahí acampamos.
El lugar es un monte de cítricos y cafetal que está abandonado hace muchos años y él de a poco lo va acomodando. Armamos unos bancos, un horno con piedras, decoramos, cerramos las ventanas, limpiamos cuando pudimos, bebimos litros y litros de jugo.
mmmm pancitos con leche, avena, miel y almendras!
Para todos los gustos... pizza!
La fuente energética del exquisito sabor
Volvimos a funcionar de acuerdo a la claridad, a la luz del día.
Tomando mates en el filo del cerro, en la paz extrema, con postales en cada parpadear, con este sueño hecho viaje, con nuestra historia a cuestas y otro atardecer… entre un suspiro profundo nos sentimos ajenos al recipiente.
Creímos que ese trozo de cielo y hierbas frescas que metíamos dentro no era para nuestros cuerpos, sino para “nosotros”… para eso que viene creciendo desde el comienzo de esta locura. y el suspiro se haría grito y ese grito canto… trino. Las pieles para nutrir la Tierra y nuestro aletear hacia el horizonte.
Pero el rugido solo apagó el Sol (que ya estaba colorado quién sabe porqué) y cien chispas encendieron la vela que presenció de pie la escoba del quince de antes de irnos a dormir.
Gracias Walker